Después de más de veinte años de trabajo en esto de dar clase y enseñar creo poder decir que he sacado algunas conclusiones que me gustaría compartir con todos los que leen este espacio. Lo primero que me sorprende es que una parte importante de estas reflexiones son fruto de los últimos tiempos frente a una actividad que se había mantenido más o menos estática a lo largo de muchos años. Es ahora, a partir de reciente incorporación a esto del mundo 2.0, cuando he comenzado a reflexionar sobre mi actividad en el aula y también a cambiar radicalmente mi forma de trabajar y mi forma de plantear mi papel en el proceso de aprendizaje de mis alumnos.
Mi inmersión en la aplicación de la tecnología a mi trabajo comenzó desde mis primeras clases: ya en el año 1989 disponía de mi primer ordenador con el que comencé a digitalizar mis apuntes y mis exámenes, llevaba el control de faltas de mis clases con un programita elaborado por mí en DBaseIII y también lo usaba para jugar en mis ratos de ocio. En esta etapa la tecnología representaba para mí una forma de agilizar mi trabajo pero no tuvo ninguna repercusión real en mi forma de dar clase.
El siguiente paso fue el uso de internet. Este me permitió llegar a tiendas on-line antes imposibles de alcanzar, pude contactar con amigos y compañeros lejanos espacialmente o conocer nueva gente por medio de los servicios de mensajería instantanea y los chat. En este punto sí que comencé a aplicar la tecnología en el aula al permitir a mis alumnos contactar conmigo por medio de estos tipos de mensajes o por correo electrónico. A pesar de este pequeño cambio mi trabajo en el aula continuó siendo igual basado en la transmisión de unos conocimientos y en la resolución de los problemas que los alumnos me planteaban. He de reconocer que siempre fue mi intención en clase la de organizar y orientar el trabajo de mis alumnos más que la transmisión directa de conocimientos pero también es cierto que al final del proceso la evaluación cuantitativa imponía su tiranía y tenía que acabar exigiendo unos contenidos mínimos mediante unos instrumentos de evaluación bastante estandarizados, los exámenes de siempre. Para un profesor de latín y griego esta faceta es más fácil ya que la traducción de textos representa un sistema estupendo para trabajar por proyectos basados en las competencias de los alumnos adquiridas por medio de las actividades desarrolladas en el aula (aunque esto es algo que comprendí bastante tiempo después).
Después llegaron los medios audiovisuales y pude usar un portátil. Esto si supuso ya una diferencia evidente en los contenidos trabajados en el aula tanto en la forma como en el fondo. El gran paso fue el dejar de depender de un libro de texto de referencia para poder comenzar a usar materiales propios o los generados por otros a los que tenía acceso desde la red. Este proceso representó un paso importante en el modo de desarrollar las clases pero el proceso siguió siendo básicamente el mismo.
La gran revolución en mi trabajo ha supuesto la utilización en el aula de mi tablet pc conectado al cañón de clase y con conexión directa a internet. A continuación conseguí que mis alumnos pudieran disponer de su propio equipo en el aula para algunas clases y ya el cambio fue imparable. En los últimos cuatro años la evolución ha sido constante y he ido incorporando instrumentos y herramientas nuevas casi a diario.
Apareció en mi camino moodle y comencé a adaptar mis clases a su utilización: esto representaba permitir a los alumnos mucha mayor autonomía a la hora de organizar su trabajo. Yo preparaba los contenidos en función de los objetivos programados y los presentaba en la página para que ellos los seleccionaran y los trabajaran según sus propias necesidades e intereses. Mi papel en el aula pasó a ser el de organizador del trabajo y asesor en cuestiones de conexiones a internet o el de mostrar los caminos para llegar a obtener las respuestas que los alumnos demandaban.
Cuando ahora entro en el aula controlo la asistencia con mi ipad gracias a la aplicación idoceo, las faltas las paso en el tablet o en el propio ipad a plumier XXI. Los alumnos trabajan en el aula en moodle los contenidos que yo les he seleccionado previamente, realizan los cuestionarios o acceden a actividades de otras páginas mientras yo registro su trabajo en mi «ficha» personal y en una actividad off-line en moodle. Si el centro no tiene conexión a internet yo puedo usar la mía para cualquier explicación o aclaración que se plantee sobre el trabajo en el aula. Si tengo que usar cualquier archivo lo descargo desde mi drobox (allí tengo hasta los libros de texto digitalizados) o los imprimo directamente en la impresora en red de la sala de profesores conectada a mi portátil. Los alumnos pueden relacionarse directamente entre ellos y conmigo por medio de whasapp en su grupo creado para clase y siempre que sea para cuestiones de trabajo, también algunos disponen de twitter para interrelacionarse. El correo electrónico me permite tener información instantánea sobre las actividades que realizan los alumnos y también lo que me llega de todo tipo de informaciones (si algo me interesa mucho me lo envío a evernote para consultarlo después tranquilamente en casa). Si el trabajo en el aula me lo permite uso ese tiempo en buscar contenidos y actividades que puedan ser utilizados por mis alumnos en el aula, procuro contactar con los autores de dichos contenidos y establezco colaboraciones con ellos para complementar nuestros trabajos. Por supuesto utilizo las redes sociales para encontrar contenidos, difundir los que produzco y contactar con la gente que me interesa y a los que les puede interesar mi trabajo.
Algo he aprendido de todo este proceso: la tecnología no sirve para nada si no va apoyada en una reflexión profunda sobre el modo de trabajar en el aula que nos lleve a un cambio radical en nuestra metodología. Este cambio debe partir de la definición de nuestro papel como docentes consistente en ser conductores de procesos, selectores de procedimientos, animadores de trabajo tanto individual como colectivo y coevaluadores de todo el mecanismo. Este cambio ha sido posible gracias a la tecnología no como uso directo en el aula sino a partir de la aplicación de muchas de esas herramientas en mi vida cotidiana como medio facilitador de mi trabajo como profesor. A partir de ese uso ha sido cuando he podido sacar verdadero rendimiento de todos esos instrumentos en el aula.
No soy un defensor de la utilización de las TIC en el aula por simple moda. Siempre aconsejo a mis compañeros que usen una herramienta si esta les va a facilitar su trabajo personal en lugar de complicarlo teniendo que aprender nuevos procesos que suponen mucho más esfuerzo que hacer las cosas como siempre: yo siempre lo hago así. El paso de simple usuario de tecnología a su aplicación en el aula debe implicar una reflexión de nuestro papel como docentes y para ello siempre viene muy bien estar al tanto de lo que se va escribiendo y diciendo por ahí. Para mí es muy importante la recopilación de contenidos que realizo en este blog o por medio de scoop.it ya que me permite conocer muchas cosas pero, sobre todo, reflexiones sobre lo que es la enseñanza y lo que debería ser.
Este proceso es un punto sin retorno que nos llevará a dejar de ser docentes del siglo XX trabajando métodos del siglo XIX para alumnos que necesitan aprender en el siglo XXI. Mis reflexiones parten del trabajo de gente como Jordi Adell o muchos otros a los que leo, sigo y escucho cada vez que me llega algo suyo a mis manos, ellos pueden explicar mucho mejor que yo todos esos procesos.